Pasados os primeiros días de estupor, mentres os directamente afectados intentan superar a dor, comeza sempre o mesmo proceso, unhas veces antes outras veces despois, pero sempre igual: a acumulación de "eu non fun" de todos os responsables políticos e técnicos que, por suposto, despois de varios anos de xuízos, conseguirán saír indemnes do lance; a persecución mediática e xudicial do que non ten os medios económicos para defenderse: o capitán do barco, o maquinista...; o despregamento de orgullo patrio de autoridades e cronistas pola valentía e solidariedade do pobo galego habitualmente menosprezado por esas mesmas autoridades e cronistas; a promesa dos dirixentes autonómicos e estatais de que o suceso non vai volver repetirse... Y así ata a seguinte catástrofe na que todo volverá empezar. Unicamente se todo cambiase deixarían de producirse traxedias nesta castigada terra.
Porque se os xuíces repartisen xustamente as responsabilidades, os que teñen que vixiar para que estas cousas non acontezan estarían verdadeiramente alerta.
Porque se as autoridades e cronistas mantivesen ese despregamento de orgullo patrio o resto do ano, preocuparíanse de que a nosa non fose a comunidade máis atrasada de España en infraestruturas e non recortarían en persoal e medios de seguridade e salvamento.
Porque se o pobo galego mostrase a súa valentía e solidariedade na vida cotiá, levantaríase como un só contra os caciques e corruptos que destrúen o noso medio, que esnaquizan a nosa paisaxe, que perseguen a nosa cultura, que nos condenan a este atraso secular que segue obrigándonos a nos buscar a vida fóra da nosa terra e castigarían cos seus votos a quen o permiten e o fomentan dende o poder.
Porque se a culpa de que un petroleiro se afunda tena soamente o capitán, loxicamente non é necesario establecer un corredor de seguridade para que os barcos con carga perigosa non pasen xunto ás costas de Galicia (uns 14.000 fano cada ano), nin prohibir a circulación de petroleiros monocascos e importa pouco que a seguridade marítima se regale (como fixo este ano a Xunta) a unha empresa privada cuxa primeira medida é eliminar as gardas presenciais dos pilotos do helicóptero de salvamento para aforrar, conseguindo na súa primeira semana a cargo do servizo que unha percebeira morra no mar tras esperar 40 minutos un socorro que tería que ter sido inmediato.
E se a culpa de que o tren descarrilase tena soamente o maquinista, non fai falta solucionar que en Galicia se alternen as vías de alta velocidade coas vías ordinarias; nin instalar o mesmo sistema de seguridade que teñen en outros lugares de España, pero que o noso subdesenvolvido país só pode permitirse nalgúns tramos; nin revisar esa maldita curva da Grandeira cuxo trazado por certo realizou unha empresa que aparece nos papeis de Bárcenas...
CASTELLANO
Desde
que tengo memoria, periódicamente se repiten en Galicia las catástrofes no
naturales, seguidas de declaraciones de personalidades de todas las latitudes
manifestando su solidaridad con el pueblo gallego y congratulándose por el
admirable y heroico comportamiento de civiles y profesionales. El hundimiento
del Casón, del Polycommander, del Urquiola, del Andros Patria, del Mar Egeo,
del Prestige, la terrible plaga de los incendios…, y ahora el descarrilamiento
del Alvia tiñen de negro nuestro país literal y metafóricamente.
Pasados
los primeros días de estupor, mientras los directamente afectados intentan
superar el dolor, comienza siempre el mismo proceso, unas veces antes otras
veces después, pero siempre igual: la acumulación de “yo no he sido” de todos
los responsables políticos y técnicos que, por supuesto, después de varios años
de juicios, conseguirán salir indemnes del lance; la persecución mediática y
judicial del que no tiene los medios económicos para defenderse: el capitán del
barco, el maquinista…; el despliegue de orgullo patrio de autoridades y
cronistas por la valentía y solidaridad del pueblo gallego habitualmente
menospreciado por esas mismas autoridades y cronistas; la promesa de los
dirigentes autonómicos y estatales de que el suceso no va a volverse a repetir…
Y así hasta la siguiente catástrofe en la que todo volverá a empezar. Únicamente
si todo cambiase dejarían de producirse tragedias en esta castigada tierra.
Porque
si los jueces repartiesen justamente las responsabilidades, los que tienen que
vigilar para que estas cosas no ocurran estarían verdaderamente alerta.
Porque
si las autoridades y cronistas mantuviesen ese despliegue de orgullo patrio el
resto del año, se preocuparían de que la nuestra no fuese la comunidad más
atrasada de España en infraestructuras y no recortarían en personal y medios de
seguridad y salvamento.
Porque
si el pueblo gallego mostrase su valentía y solidaridad en la vida cotidiana,
se levantarían como uno solo contra los caciques y corruptos que destruyen
nuestro medio ambiente, que destrozan nuestro paisaje, que persiguen nuestra
cultura, que nos condenan a este atraso secular que sigue obligándonos a
buscarnos la vida fuera de nuestra tierra y castigarían con sus votos a quienes
lo permiten y lo fomentan desde el poder.
Porque
si la culpa de que un petrolero se hunda la tiene solamente el capitán,
lógicamente no es necesario establecer un corredor de seguridad para que los
barcos con carga peligrosa no pasen junto a las costas de Galicia (unos 14.000
lo hacen cada año), ni prohibir la circulación de petroleros monocascos e
importa poco que la seguridad marítima se regale (como ha hecho este año la
Xunta) a una empresa privada cuya primera medida es eliminar las guardias
presenciales de los pilotos del helicóptero de salvamento para ahorrar,
consiguiendo en su primera semana a cargo del servicio que una percebeira muera
en el mar tras esperar 40 minutos un socorro que tendría que haber sido
inmediato.
Y si
la culpa de que el tren descarrilara la tiene solamente el maquinista, no hace
falta solucionar que en Galicia se alternen las vías de alta velocidad con las
vías ordinarias; ni instalar el mismo sistema de seguridad que tienen en otros lugares de España, pero que nuestro subdesarrollado país sólo puede permitirse
en algunos tramos; ni revisar esa maldita curva de A Grandeira cuyo trazado por
cierto realizó una empresa que aparece en los papeles de Bárcenas…
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